Crónicas

Hemos realizado distintos registros de crónicas que dan testimonio de la violencia en el país. Gracias a La Vida de Nos hemos podido darle voz a migrantes de la diáspora venezolana, las mujeres de Orfavideh y el trabajo musical en las comunidades indígenas en Perú que realizó nuestro colaborador Ryan Revoredo.

 

¿De cuánto se ha perdido Yajaira?

La mañana del 14 de marzo de 2013 unos policías echaron abajo la puerta de la casa de Yajaira Martínez,persiguieron a su hijo hasta la platabanda de la vivienda y allí le dispararon. Han pasado exactamente ocho años y un mes, un tiempo en el que ella no ha hecho más que concentrarse en tratar de hallar justicia: una búsqueda que la ha llevado a callejones vacíos y sin salida.

Entendió lo que tanto le repitió su mamá

Cuando murió su madre, Jesús Blanco, un joven estudiante de 23 años, decidió migrar de Venezuela. Llegó a Lima, Perú, en febrero de 2019, luego de un viaje de seis días por carretera. Tenía 100 dólares y la esperanza de, meses después, irse a Argentina para reencontrarse con un primo. Distintas circunstancias lo llevaron, sin embargo, a otros destinos.

Las coordenadas sagradas de la improvisación

Desde muy joven, Ryan aprendió la magia que tiene la improvisación. Más tarde, ya como músico y profesor, creó un método para enseñarles a sus estudiantes las bondades de soltar las partituras y fluir con los sonidos. Es lo que lo llevó a Cushillococha, un poblado fronterizo entre Perú, Colombia y Brasil.

 

Katy Camargo y su poética de la escoba

Creció caminando por Los Palos Grandes, una urbanización del este de Caracas que le parecía muy bonita. En algún momento, Katiuska Camargo se preguntó por qué San Blas, el barrio de Petare en el que vivía y en el que sigue viviendo su madre, no podía estar así de limpio. Muchos se opusieron, pero —con el lema: “El barrio también es ciudad”—, no descansó hasta erradicar los basureros de sus calles. 

Salir de Tocorón por partido doble

Ilusionados con el “sueño colombiano”, Pedro y Meivis dejaron su casa en Aragua —en el noroccidente venezolano, muy cerca del penal de Tocorón— en 2019. Pensaban que, echando raíces en el país vecino, la alimentación de sus tres hijos dejaría de ser motivo de angustia permanente. Se asentaron en el pueblo fronterizo de La Parada, del otro lado del Puente Internacional Simón Bolívar. Y allí estaban cuando llegó la pandemia de covid-19.